Reino: Plantae
División: Magnoliophyta
Clase: Magnoliopsida
Orden: Dipsacales
Familia: Adoxaceae
Género: Sambucus
Especie: S. Nigra
En torno a 1519, durante
el sitio de México-Tenochtitlán por parte de la expedición de Hernán Cortés en la urbe del gran Moctezuma II, el soldado y cronista Bernal Díaz del Casillo, en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, nos relata: “curábamos nuestras heridas con
quemárnoslas con aceite, y un soldado que se decía Juan Catalán
las santiguaba y ensalmaba...”. Sin embargo, en ese tiempo y durante las batallas previas a la toma de Tenochtitlán (luchas en Cotoche, Tabasco, Tlaxcala, Cholula, etc.), los soldados de los reales castellanos no
disponían de hilos o de vendas para salvaguardar las heridas producidas y, para paliar tales en los afectados, utilizaban
tejidos de algodón de ropas indígenas, aunque comúnmente era natural tomar a los guerreros nativos caídos, abrilos en canal (al igual que un sacrificio en lo alto de un "cu" azteca, curoso...) y con
las entrañas aún calientes tras la batalla las extraían y utilizaban para cerrar heridas
propias.
Este
aceite que nos cita Bernal Díaz es aceite producido del saúco, el cual se arrojaba en las heridas
hirviendo, pues dicha planta tiene propiedades desinfectantes. De esta forma, las heridas cicactrizaban
mejor y se evitaban las infecciones por la pólvora procedentes de sus propios arcabuces o sus "tiros" (cañones como las enormes bombardas), pues se creía que la pólvora era tóxica en contacto con la sangre.
Una vez aplicado este aceite producía en el paciente, de manera obvia, grandes
dolores inmediatos, aunque en cuestión de días (o incluso horas) hacía aparecer además fiebres e hinchazones en los miembros o partes tratadas.
Esta práctica curativa
duró hasta que Ambrosio Paré, cirujano militar en el ejército de
Francisco I de Francia, durante la campaña del Piamonte (Italia, 1536) comenzó a aplicar el llamado tratamiento suave en las heridas
por arma de fuego, que sería recogido en un tratado posteriormente, en 1545,
llamado Método de tratar las heridas causadas por arcabuces y
otros bastones de fuego y aquellas que son hechas por pólvora de
cañón. Este
remedio lo improvisó por la falta del aceite de saúco y la necesidad de aplicar un remedio o método curativo. Su práctica consitía
en mezclar una yema de huevo, aceite fabricado a partir de pétalos rosas y trementina
(la cual es una resina oleosa extraída de algunos pinos, como el pino amarillo en América o el pino marítimo en Europa). Inmerso en esta improvisación, Paré incluso temía que muchos de los heridos podrían
morir durante la noche por tal ungüento, pues no conocía los posibles efectos secundarios o
consecuencias que podría acarrear.
Inesperadamente, los pacientes tratados con este
remedio aparecían al día siguiente sin fiebre ni inflamación y con
poco dolor en comparación con las prácticas donde se utilizaba aceite para la cicatrización y desinfección.
Muy interesante el artículo, sí señor. Muchas gracias!
ResponderEliminarGracias Pepe Partidas. Me encanta tu blog, por cierto :D
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