La
sociedad Maya estaba fuertemente jerarquizada por un sistema de estratos
diferenciados. En la cúspide de la pirámide podíamos encontrar al
Halach Uinik, figura que como describimos con anterioridad era el
máximo líder en cada uno de los Kuchkabales o jurisdicciones
del Mayapán, exaltación terrenal de una divinidad y encargado de la
organización religiosa y política de su “provincia”. Nadie
podía mirar directamente a su rostro, teniendo que anteponer su
vista con un objeto o paño en medio. Este cargo pasaba a sus hijos
primogénitos.
Bajo
el Halach Uinik existía toda una referencia nobiliaria compuesta por
sujetos capaces de tener un acceso a la tierra y las plantaciones,
así como el privilegio del lucro por trabajo de la agricultura, los
tributos sociales y los productos de la caza o la servidumbre. Todos
ellos se aglutinaban bajo el nombre de los Almenehoob
(en plural, “los que tienen padres y madres”), e incluían, dicho
a grandes rasgos, por las familias nobles, algunos comerciantes de
cierto poder, y los sacerdotes.
Refiriéndonos en concreto al sacerdocio maya, ésta era una profesión muy ramificada y con ciertas competencias compartidas y disputadas entre sus aspirantes. Se le denominaba de manera general como la categoría de los Ah Kincoob (Ah Kin, en sigular, “Los mas altos del Sol”). Normalmente este oficio estaba ostentado por familiares de los propios sacerdotes o bien hijos no primogénitos de otros nobles, como por ejemplo los descendientes de los Batabs que no postularan en un futuro a tal cargo.
Refiriéndonos en concreto al sacerdocio maya, ésta era una profesión muy ramificada y con ciertas competencias compartidas y disputadas entre sus aspirantes. Se le denominaba de manera general como la categoría de los Ah Kincoob (Ah Kin, en sigular, “Los mas altos del Sol”). Normalmente este oficio estaba ostentado por familiares de los propios sacerdotes o bien hijos no primogénitos de otros nobles, como por ejemplo los descendientes de los Batabs que no postularan en un futuro a tal cargo.
El sacerdote supremo recibía el
nombre de Ahau Caan o Ahuacán (“Señor de la Serpiente”),
cuyas funciones eran diversas, desde efectuar grandes ceremonias o
tomar parte en asuntos calendáricos (encontrando los días más
propicios para los sacrificios), así como propiciar otros asuntos
culturales (como la enseñanza de la escritura iconográfica o la
elaboración de los códices). También solían participar como
consejero del Halach Uinik. Solía haber hasta cuatro Ah Kines por
cada uno de los Cah (agrupación de aldeas mayas) durante el
cumplimiento de sus funciones.
En
el propio momento del ritual de sacrificio, destaca la figura del Ah
Nacom, un cargo de sacerdocio vitalicio designado por el Halach
Uinik encargado de llevar a cabo el ritual en sí, abriendo el pecho
de la víctima para extraer su corazón con un pedernal llamado u
kab ku (no confundir con el Nacom, “general” militar
de un batabil o señorío). Cabe destacar a los Chaques,
los ayudantes del Ah Nacom que sujetaban a los sacrificados durante
el ritual o preparaban los utensilios y la disposición del ritual.
Otros de los cargos extendidos directamente por el Uinik eran el de
Ah Holpop
que, si bien es cierto que aún no está del todo esclarecida
su función, designaban una delegación personal del Halach Uinik,
tal vez a modo de representación suya para con los Batabs o caciques
señoriales); y también el de los Tupiles, una especie de
sobrefiel o almotacén encargados del cumplimiento de las leyes de la
comunidad.
A la
figura del Ahau Caan se relacionaba otra de cierta importancia, la de
los Chac, asistentes
de éstos en los cuchcabales o barrios dentro de las
poblaciones (Cah), así como los Ah Kulel, responsable de
organizar las ceremonias y reunir a los miembros de la comunidad en
torno a ella. En algunos documentos del periodo Postclásico se hace
referencia a la figura del Ah
Paton, que aunque no se sabe con certeza, se cree que era
el encargado de la fabricación de ídolos con distintos materiales.
Como
figura intermediaria y de bastante importancia entre el Ahau Kan y el
resto de la población, nos encontramos la figura del Chilam,
un sacerdote que atendía prácticas rituales comunes, como la
interpretación de signos y designios que las divinidades ofrecían
en a los habitantes), así como los asuntos de medicina y salud de la
población. Se sabe de la existencia de los Ah Men,
una especie de sacerdote “menor” considerado un sujeto de gran
sabiduría y relacionado con los ritos selváticos. Se cree que
existían una clasificación interna dentro de los Ah Men,
especializada en distintas (e increíbles) proezas: productores de
maleficios, conjuradores de viento, despertadores de muertos y
fabricantes de yerbas y ungüentos.
Para
terminar la descripción de los Almenehoob o casta noble, se
encuentra la figura del Polom (aunque
más que un oficio singular y concreto se designaba a cualquier
sujeto que practicara este trabajo, el Polomboob),
comerciantes de gran poder y ascendencia noble muy bien considerados
en la sociedad gracias a su incesante actividad económica.
En
el tercer nivel de la pirámide social se agrupaban los Uinicoob
(“los hombres pequeños”), es decir, la población plebeya. Se
trataba del grupo más numeroso y comprendía todo tipo de oficios de
campesinos, pescadores, cazadores, constructores, artesanos, etc.
Los Uinicoob no eran sino el sustento principal de la sociedad Maya,
puesto que conformaban el alimento para ellos y para la clase
nobiliaria, rindiendo el tributo complementario.
Con
éste obtenían el derecho de protección y libertad necesario para
la vida en comunidad (aunque en realidad los precios del tributo
nunca fueron excesivos, e incluso a veces voluntario, supeditado
siempre a la posibilidad de la comunidad a negociar de manera
colectiva los incrementos estipulados). Los nobles sabían que no era
fructífero sobrecargar más de lo debido a la casta de los Uinicoob
por ciertas razones. Por ejemplo, los nobles sabían que contaban con
suficientes excedentes acumulados de maíz (principal producto
agrícola), lo cual les otorgaba cierta tranquilidad; y por otro lado
la población plebeya se debía al Haab,
el calendario agrícola, y por ello los nobles respetaban se
conformaban con un tributo mínimo durante los periodos de mayor
actividad y trabajo agrícola.
En
el último escalafón social se aglutinaba los Pantacoob,
es decir, la comunidad esclava, compuesta por una diversidad de
historias de vida singulares: personas capturadas, sujetos huérfanos,
prisioneros de guerra, extranjeros o cualquiera que hubiese cometido
un delito. A veces simplemente se les compraban para la ceremonia
ritual. Todos ellos estaban obligados a servir de una u otra manera a
la clase dominante o aplacar la ira de los dioses mediante el
sacrifico de su cuerpo en una oportuna ceremonia ritual.