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15 ago 2020

Notas sobre la Civilización Maya 3 de 3: la estratificación social de la cultura Maya

La sociedad Maya estaba fuertemente jerarquizada por un sistema de estratos diferenciados. En la cúspide de la pirámide podíamos encontrar al Halach Uinik, figura que como describimos con anterioridad era el máximo líder en cada uno de los Kuchkabales o jurisdicciones del Mayapán, exaltación terrenal de una divinidad y encargado de la organización religiosa y política de su “provincia”. Nadie podía mirar directamente a su rostro, teniendo que anteponer su vista con un objeto o paño en medio. Este cargo pasaba a sus hijos primogénitos.

Bajo el Halach Uinik existía toda una referencia nobiliaria compuesta por sujetos capaces de tener un acceso a la tierra y las plantaciones, así como el privilegio del lucro por trabajo de la agricultura, los tributos sociales y los productos de la caza o la servidumbre. Todos ellos se aglutinaban bajo el nombre de los Almenehoob (en plural, “los que tienen padres y madres”), e incluían, dicho a grandes rasgos, por las familias nobles, algunos comerciantes de cierto poder, y los sacerdotes.

Refiriéndonos en concreto al sacerdocio maya, ésta era una profesión muy ramificada y con ciertas competencias compartidas y disputadas entre sus aspirantes. Se le denominaba de manera general como la categoría de los Ah Kincoob (Ah Kin, en sigular, “Los mas altos del Sol”). Normalmente este oficio estaba ostentado por familiares de los propios sacerdotes o bien hijos no primogénitos de otros nobles, como por ejemplo los descendientes de los Batabs que no postularan en un futuro a tal cargo.
El sacerdote supremo recibía el nombre de Ahau Caan o Ahuacán (“Señor de la Serpiente”), cuyas funciones eran diversas, desde efectuar grandes ceremonias o tomar parte en asuntos calendáricos (encontrando los días más propicios para los sacrificios), así como propiciar otros asuntos culturales (como la enseñanza de la escritura iconográfica o la elaboración de los códices). También solían participar como consejero del Halach Uinik. Solía haber hasta cuatro Ah Kines por cada uno de los Cah (agrupación de aldeas mayas) durante el cumplimiento de sus funciones. 

En el propio momento del ritual de sacrificio, destaca la figura del Ah Nacom, un cargo de sacerdocio vitalicio designado por el Halach Uinik encargado de llevar a cabo el ritual en sí, abriendo el pecho de la víctima para extraer su corazón con un pedernal llamado u kab ku (no confundir con el Nacom, “general” militar de un batabil o señorío). Cabe destacar a los Chaques, los ayudantes del Ah Nacom que sujetaban a los sacrificados durante el ritual o preparaban los utensilios y la disposición del ritual. Otros de los cargos extendidos directamente por el Uinik eran el de Ah Holpop que, si bien es cierto que aún no está del todo esclarecida su función, designaban una delegación personal del Halach Uinik, tal vez a modo de representación suya para con los Batabs o caciques señoriales); y también el de los Tupiles, una especie de sobrefiel o almotacén encargados del cumplimiento de las leyes de la comunidad.

A la figura del Ahau Caan se relacionaba otra de cierta importancia, la de los Chac, asistentes de éstos en los cuchcabales o barrios dentro de las poblaciones (Cah), así como los Ah Kulel, responsable de organizar las ceremonias y reunir a los miembros de la comunidad en torno a ella. En algunos documentos del periodo Postclásico se hace referencia a la figura del Ah Paton, que aunque no se sabe con certeza, se cree que era el encargado de la fabricación de ídolos con distintos materiales.

Como figura intermediaria y de bastante importancia entre el Ahau Kan y el resto de la población, nos encontramos la figura del Chilam, un sacerdote que atendía prácticas rituales comunes, como la interpretación de signos y designios que las divinidades ofrecían en a los habitantes), así como los asuntos de medicina y salud de la población. Se sabe de la existencia de los Ah Men, una especie de sacerdote “menor” considerado un sujeto de gran sabiduría y relacionado con los ritos selváticos. Se cree que existían una clasificación interna dentro de los Ah Men, especializada en distintas (e increíbles) proezas: productores de maleficios, conjuradores de viento, despertadores de muertos y fabricantes de yerbas y ungüentos.

Para terminar la descripción de los Almenehoob o casta noble, se encuentra la figura del Polom (aunque más que un oficio singular y concreto se designaba a cualquier sujeto que practicara este trabajo, el Polomboob), comerciantes de gran poder y ascendencia noble muy bien considerados en la sociedad gracias a su incesante actividad económica.

En el tercer nivel de la pirámide social se agrupaban los Uinicoob (“los hombres pequeños”), es decir, la población plebeya. Se trataba del grupo más numeroso y comprendía todo tipo de oficios de campesinos, pescadores, cazadores, constructores, artesanos, etc. Los Uinicoob no eran sino el sustento principal de la sociedad Maya, puesto que conformaban el alimento para ellos y para la clase nobiliaria, rindiendo el tributo complementario.

Con éste obtenían el derecho de protección y libertad necesario para la vida en comunidad (aunque en realidad los precios del tributo nunca fueron excesivos, e incluso a veces voluntario, supeditado siempre a la posibilidad de la comunidad a negociar de manera colectiva los incrementos estipulados). Los nobles sabían que no era fructífero sobrecargar más de lo debido a la casta de los Uinicoob por ciertas razones. Por ejemplo, los nobles sabían que contaban con suficientes excedentes acumulados de maíz (principal producto agrícola), lo cual les otorgaba cierta tranquilidad; y por otro lado la población plebeya se debía al Haab, el calendario agrícola, y por ello los nobles respetaban se conformaban con un tributo mínimo durante los periodos de mayor actividad y trabajo agrícola.

En el último escalafón social se aglutinaba los Pantacoob, es decir, la comunidad esclava, compuesta por una diversidad de historias de vida singulares: personas capturadas, sujetos huérfanos, prisioneros de guerra, extranjeros o cualquiera que hubiese cometido un delito. A veces simplemente se les compraban para la ceremonia ritual. Todos ellos estaban obligados a servir de una u otra manera a la clase dominante o aplacar la ira de los dioses mediante el sacrifico de su cuerpo en una oportuna ceremonia ritual.